Haciendo el despegue para torear en colleras
En la foto, Jaime Tavera poniendo banderillas.
En el año 1567 la corrida caballeresca pierde su auge por la prohibición del Papa Pio V, pero dicha prohibición no afectó a Portugal, y es en este país donde mantienen la corrida caballeresca o monta a la jineta, donde se cambia el caballo ibérico por el lusitano, los estribos largos por unos más cortos que obligan al jinete a montar con las rodillas flexionadas, permitiendo así un mejor dominio del caballo. Aparece el traje portugués o a la Federica que se remonta al siglo XIII.
En la actualidad se vive el apogeo de las corridas de rejones que tiene un público específico que llena las plazas, en las que se aprecia la técnica, temple, belleza, doma y todo el esplendor de este espectáculo.
Gracias al incremento de las corridas de rejones en España y Portugal en los demás países taurinos se ha incursionado en este arte como es el caso de Colombia, México, Venezuela, Perú, ya que los aficionados del toreo de a pie han abierto las posibilidades que se puede parar, templar y mandar a los lomos de un cabalgadura, quien se convierte en un capote y muleta a la hora de pararse frente a la cara del toro.
El legítimo arte de Marialba (como también es conocido), debe conservar mando y temple sobre las embestidas del toro, sin que este llegue a tocar al caballo. No se debe apreciar al rejoneador que clava por detrás del estribo, que entra a la cara del toro por sorpresa sin dejarse ver, el que va al toro a gran velocidad o sin que el caballo mire el toro.
A lo largo de la historia del toreo han brillado muchos rejoneadores que ejercitaban el toreo ecuestre de manera brillante. Hace unos años, pocos, se ha producido una novedad trascendental en el arte del toreo a caballo: la aparición de una figura que ha convertido en realidad, como nadie hasta ahora, el enunciado genérico de "torear a caballo".
Ello ha supuesto que muchos aficionados del toreo a pie hayan descubierto que también se puede templar y mandar a lomos de una montura que se convierte en muleta viva ante la cara del toro. Gracias a Pablo Hermoso de Mendoza estamos viviendo la "edad de oro del toreo a caballo". Olvidémonos de las colleras, de los alardes circenses, de las carreras desenfrenadas, de clavar a toro pasado, de saludar y saludar, y saludar pidiendo el aplauso fácil.
En la foto, Jaime Tavera poniendo banderillas.
Ante el anuncio de la actuación de varios rejoneadores en diferentes plazas de toros de nuestra patria en esta temporada, considero oportuno profundizar un poco en la historia del rejoneo.
El arte del rejoneo se remonta a los años 380 antes de Cristo cuando se firmó el tratado de caballería más antiguo que se conoce.
Por casi ocho siglos los nobles cristianos de España y Portugal demostraron la superioridad como jinetes en la monta de caballos ibéricos, practicando la guerra, picando toros bravos. Terminada la guerra, se prosiguió picando toros en las plazas de armas y durante el renacimiento se le da toda la importancia a la belleza y arte del rejoneo.
En el año 1567 la corrida caballeresca pierde su auge por la prohibición del Papa Pio V, pero dicha prohibición no afectó a Portugal, y es en este país donde mantienen la corrida caballeresca o monta a la jineta, donde se cambia el caballo ibérico por el lusitano, los estribos largos por unos más cortos que obligan al jinete a montar con las rodillas flexionadas, permitiendo así un mejor dominio del caballo. Aparece el traje portugués o a la Federica que se remonta al siglo XIII.
El 2 de septiembre de 1923 se presentó por primera vez como profesional Antonio Cañero que revivió el toreo en España, vestía traje campero, iniciando una tradición que se mantiene hasta nuestros días. Cañero convierte la tradición campera en un espectáculo y deleita el toreo a caballo con los tres tercios.
A partir de la década de los sesenta los rejoneadores comienzan a abrirse paso en los carteles de trascendencia en las diferentes plazas. A raíz de esto surgieron los denominados “Jinetes de la apoteosis”, un grupo de cuatro caballeros a la jineta, Ángel y Rafael Peralta, Álvaro Domecq Romero y José Samuel Lupi.
Los “Jinetes de la apoteosis” Ángel y Rafael Peralta, instauraron un nuevo espectáculo, el rejoneo por parejas o colleras. Álvaro Domecq aportó la fuerza, emoción y temple que el toreo no presentaba y los espectaculares quiebros de José Samuel Lupi, propician la celebración de corridas completas de rejones.
En la actualidad se vive el apogeo de las corridas de rejones que tiene un público específico que llena las plazas, en las que se aprecia la técnica, temple, belleza, doma y todo el esplendor de este espectáculo.
Se debe resaltar que gracias a que en Portugal sobrevivió el rejoneo aun hoy se puede ver a la gran figura João Moura, quien después de casi treinta años sigue activo y en los primeros puestos del escalafón dejando lecciones de monta y toreo.
Gracias al incremento de las corridas de rejones en España y Portugal en los demás países taurinos se ha incursionado en este arte como es el caso de Colombia, México, Venezuela, Perú, ya que los aficionados del toreo de a pie han abierto las posibilidades que se puede parar, templar y mandar a los lomos de un cabalgadura, quien se convierte en un capote y muleta a la hora de pararse frente a la cara del toro.
El legítimo arte de Marialba (como también es conocido), debe conservar mando y temple sobre las embestidas del toro, sin que este llegue a tocar al caballo. No se debe apreciar al rejoneador que clava por detrás del estribo, que entra a la cara del toro por sorpresa sin dejarse ver, el que va al toro a gran velocidad o sin que el caballo mire el toro.
A lo largo de la historia del toreo han brillado muchos rejoneadores que ejercitaban el toreo ecuestre de manera brillante. Hace unos años, pocos, se ha producido una novedad trascendental en el arte del toreo a caballo: la aparición de una figura que ha convertido en realidad, como nadie hasta ahora, el enunciado genérico de "torear a caballo".
Ello ha supuesto que muchos aficionados del toreo a pie hayan descubierto que también se puede templar y mandar a lomos de una montura que se convierte en muleta viva ante la cara del toro. Gracias a Pablo Hermoso de Mendoza estamos viviendo la "edad de oro del toreo a caballo". Olvidémonos de las colleras, de los alardes circenses, de las carreras desenfrenadas, de clavar a toro pasado, de saludar y saludar, y saludar pidiendo el aplauso fácil.
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